Tapa

Aunque faltan detalles de corrección, así quedó la tapa de "Las Maldecidas"

Fragmento de "Las Maldecidas"

Así comienza el capítulo 6 de la tercera parte de la novela. Desde la voz de Lucía, se relata el ingreso de Andrés Guacurarí a Corrientes, un hecho de fuertes consonancias políticas que si bien aún genera polémicas, también muestra el espíritu justo, libertario y manso del Comandante General de Misiones.

“Esto es una inconsciencia” pienso. He llegado temprano, me envuelvo el rostro con una mantilla oscura. Aunque el aire está fresco no lo es tanto como para cubrirme de ese modo. Hay muchos que desconfían de mi aspecto, “deben creer que soy una apestosa” me digo.

Visitación me sigue los pasos de cerca. Hemos decidido separarnos para no levantar sospechas. “Sólo voy a verlo de lejos, no voy a acercarme” lo he repetido hasta el cansancio pero ahora, estando allí, tan cerca de él, hay algo indómito que me altera la sangre.

Unos chiquillos corren por la calle principal anunciando que Guacurarí viene bajando. El cuerpo me tiembla, siento en el estómago un vuelco nervioso, me da terror cruzar una mirada con ese hombre. Recuerdo que una vez Rosa María nos contaba la leyenda del basilisco. “Andrés es mi basilisco”, me digo casi resignada, “con sólo mirarme puede aniquilarme”. Veo una columna de hombres que desciende. El viene al frente, desarmado y también desaliñado. Las vestimentas muestran que los ejércitos están empobrecidos. “Deben pasar frío” medito, mientras intento concentrarme en su figura. Aún está lejos, no puedo apreciar sus facciones, pero su silueta va creciendo lentamente. Aunque no es demasiado alto parece un roble que se agiganta a medida que se aproxima por la calle central. “Es su fuerza interior” a medida que me repito aquello, siento que mi vida vuelve a tener sentido, hay algo en mí que renace con sólo saberlo próximo.

Ya teniéndolo más cerca, sonrío. Está igual, el tiempo no pasa para él. “No lo veré envejecer, él no envejecerá nunca”. Lo sé, y aunque en esas palabras haya una especie de predicción fatal, ésa es la verdad.

Mi Andrés se perpetuará en esa imagen sin tiempo, en esa mirada desafiante, en esa fortaleza de sus músculos, en esa oscuridad de su piel, en sus labios carnosos y

seguros, en sus manos piadosas y guerreras. No lleva espada, no lleva lanzas, y aunque parece seguro puedo percibir el escozor que le causa el hecho de caminar por esa calle, tan observado por todos. Hay quienes vitorean su arribo, pero también están aquellos que permanecen silenciosos y lo observan con desprecio.

Cada vez se acerca más a mí, y por momentos me parece que voy a perder el equilibro. De pronto está allí, casi al frente del grupo de personas que me rodean. Quiero buscar la manera de huir de su mirada. “¿Y si grito su nombre?” me pregunto. “¿Y si me acerco más, sólo para que sepa que estoy aquí?”. Ya

es imposible esconderme. Siento que todo su ser me roza desde la distancia. Somos como animales reconociéndonos por el olor, somos tan primitivos que ni siquiera necesitamos vernos para este apareamiento espiritual. El me ha reconocido, y aunque sigue avanzando, gira su cabeza, curioso, descolocado, ansioso.

Hasta tengo la sensación de que ha frenado su marcha, pero religiosos y de familias importantes de la ciudad han salido a recibirlo y él se concentra en esa comitiva.

Tengo que irme.

Retorno a la casa de los Gutiérrez, la gente me mira sorprendida porque casi voy corriendo calle arriba.

Vuelvo a sentirme viva, me río entre lágrimas, mi cuerpo erupciona con pasiones que creía olvidadas, tengo deseos de su piel, tengo deseos de sus caricias. Aquella Lucía que creía sepultada en Candelaria ha vuelto a renacer.

Saludo de un amigo

Comparto este saludo de mi gran amigo y excelente artista Ariel Ocampo, como modo de agradecimiento y muestra de su gran talento. Ariel formó parte del proceso creativo de la portada de Las Maldecidas y logró reflejar muy bien el espíritu de la novela en esta hermosa ilustración.

Gracias amigo!!

Cada vez falta menos para el 20 de julio!!! a prepararse....